La Patata Tórrida


¿PUEDE HABER EN EL MUNDO ALGO MÁS DESPRECIABLE QUE LA ELOCUENCIA DE UN HOMBRE QUE NO DICE LA VERDAD?
Thomas Carlyle


Arriendo Departamentos en Valparaiso

miércoles, 11 de julio de 2012


ENSAYO:   EL JUEGO DE AJEDREZ,  DISCIPLINA PARA EL DESARROLLO.
Gonzalo Ríos Araneda 
(Derechos Reservados)




Este ensayo viene a proponer al cuerpo social en general, a la familia en particular y al Estado político en singular, hacer suyo el juego del ajedrez por sus virtudes pedagógicas, como una herramienta de crecimiento que, a su través, y mediante gestión pública y privada, aporte al mejoramiento de la calidad de la educación para todos los niños y niñas de nuestra región. 

Convertir su práctica en un hábito más allá de como está incorporado a la cultura humana el placer de la buena lectura o el disfrute del espectáculo  de la creación estética. Con este propósito no sublimará en el juego una complejidad que siendo relativa, es connatural a su arquitectura gnoseológica. Tampoco se hará eco del enigma que rodea su origen, lo que habría llevado a dudar de que sus inventores hayan sido de nuestra raza, puesto que no hay noticia del nombre de su autor en ninguna oficina de ayuntamiento de los tiempos antiguos, ni de notaría alguna en tiempos menos remotos; tampoco existen  referencias históricas de ceremonias y agasajos para su inventor, lo que a la luz del conocimiento vulgar sería un contrasentido, ya que el hombre nunca desperdició una  oportunidad para ganar fama o congraciarse con los demás. En igual sentido, este ensayo no pretende suponer enrevesadas teorías, tales como que, el procesador denominado juego de ajedrez permite activar con carácter de “singularidades” una memoria universal y unos dispositivos que convergen hacia valores infinitos; o que, es una especie superlativa de computadora cuyo software es un arquetipo mental en reposo gozoso de silencio, antes de la entrada, y de movimiento sustancial hasta la salida.

 De igual manera, aceptando que, al poseer una interfaz de significancia universal, el ajedrez es una misteriosa máquina de representar realidades múltiples con la cualidad de homologarse con otras actividades, no nos haremos cargo de la idea de que, cual un espejo, su hardware contiene al revés, los 46 cromosomas del cuerpo humano en el guarismo 64, lo que  invitaría a pensar que efectivamente el ajedrez vendría de las estrellas. Pero, no se trata aquí de esoterizar el juego del ajedrez y desviarnos por ello de nuestro objetivo. El plan es mucho más sencillo, más profano y práctico. 


Por lo pronto, observamos que en el ajedrez de competencia prevalecen los hombres, pero las mujeres llegan  a conformar hoy una elite de grandes jugadoras que no le van en zaga, ni en calidad ni en entusiasmo. Es una de las tantas respuestas de la mujer para lograr la igualdad y el empoderamiento como género. Por eso nos cabe la certeza de que con ellas y el apoyo de la autoridad pública, el ajedrez superará cotas importantes de aceptación.



Con este propósito abordaremos los significados que están latentes en la filosofía del juego, asociados a los tres objetivos fundamentales de la cultura  como son la finalidad lógico matemática, la socio cultural, y la finalidad ética, estrechamente asociada esta última al potencial desarrollo espiritual del niño, con cuya presencia,  y sólo a partir de ella, será posible abordar el juego del ajedrez como una herramienta educativa a nivel masivo. No en vano sus contenidos están en perfecta armonía  conceptual con el  Informe a la Unesco[i] de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI, cuando planteaba que los cuatro pilares de la educación son el aprender a conocer, el aprender a hacer, el aprender a convivir y  el aprender a ser. Esto, porque el aprendizaje del juego le  entrega al niño  una competencia lúdica que le permite intuir las exigencias del medio en que se desenvuelve, acrecienta su iniciativa y su capacidad de asumir riesgos. Porque lo dota de certezas en el aprender a conocer.  Lo hace valorar la diferencia, y  aprender a ponerse en el lugar del otro, estimulando el respeto y las formas no violentas de comunicarse y competir; el pluralismo, la comprensión y la paz, en el aprender a convivir. Por último, el ajedrez contribuye al progreso integral de los niños porque agudiza la sensibilidad social y estética, la espiritualidad y la responsabilidad individual en el aprender a ser. Por algo la misteriosa antigüedad y pertinaz presencia del ajedrez  en la vida humana.  Aquesto, dicho sin que nos tiemble el tablero ni que el rey pierda el enroque.



Como ya dijimos, el ajedrez  es susceptible de concebirse como un simulador de realidades, toda vez que permite crear analogías con diversas disciplinas de la cultura humana y explorarlas con fines didácticos en unos procesos transversales de enseñanza.

El aprendiz de ajedrez estudia su técnica en paralelo con un programa de contenidos culturales fijado por una comisión docente. Por ejemplo, el tema de la globalización y el dominio de los mercados abiertos en un programa de economía política, se acomete determinando el influjo decisivo que tiene en éste, el fenómeno del cambio tecnológico. Luego, descubrimos que éste es una variable del mundo moderno anclado en los mercados abiertos, esclavo de la tecnología y del ritmo vertiginoso de la acumulación de conocimiento; que por eso, los países luchan por modernizar su educación y lo hacen reformulando sus estrategias para no ser desbordados por el cambio. Entonces, es aquí donde interviene el ajedrez; y esto, porque el juego contiene las acciones que requiere el hombre para enfrentar el cambio: capacitación permanente, planificación, intuición y flexibilidad para asumir el riesgo y enfrentar la innovación. Desde luego, la analogía del ajedrez con el mercado moderno, reconoce en el tablero de 64 casillas el escenario del mercado, donde los jugadores son las empresas que se lo disputan. Allí se fijan estrategias, se planifica y se corren riesgos. De esta manera, se van definiendo las verdaderas fuerzas del espacio que se conquista, hasta que  empieza a prevalecer el desarrollo, la experiencia y el conocimiento, imponiéndose al final, la habilidad estratégica y táctica; y por cierto, la capacitación técnica y teórica, que son  requisitos para mantenerse vigentes en la plaza. Luego, el dominio del mercado se revela con la victoria y el abandono con la derrota. Y cuando se acuerdan las tablas, ambos se hacen fuertes en nichos equivalentes, alcanzando el equilibrio como consecuencia.


Antes de concluir puntualizaremos que aquí no se acaban las posibilidades temáticas del proceso en cuestión. También están las relativas a los desarrollos históricos, cívicos, sociales y deportivos, donde el ajedrez es capaz de mostrarse  tan asertivo como iluminado, especialmente cuando se busca internalizar en la mente del niño valores esenciales, como la idea de la justicia y la solidaridad. O la idea de la paz, que coexiste en la ficción del tablero, sublimando el poder del pensamiento en un proceso catártico capaz de reducir  la violencia a estados razonables de control. O cuando nos lleva a sumergirnos en aspectos de índole psicológica o filosófica, como la eterna oposición del individuo realista vs el individuo idealista,  dos naturalezas que han venido oponiéndose desde sus orígenes en un tête-à-tête que puede convertir el tablero de ajedrez en el diván de un psicoanalista. 

Tales son algunas de las ideas que trascienden el juego. Por cierto que no podemos afirmar que, en razón de estas potencialidades, el ajedrez sea una entelequia milagrosa,  pero sí, que es un juego que puede habituar a un hombre y a una mujer, desde pequeños, a tomar las mejores decisiones para beneficio de su realización personal. Sea.


[i] Castillejo, 1994;Delors,1997







 1] Castillejo, 1994;Delors,1997